Estamos en el campo III; después de 12 días de trabajo en altura hoy es el día previsto para el ataque a la cima. Madrugamos - son las 8AM; aquí, dada la orientación oeste del pico, todo está helado hasta las 10h que incide el sol en esta cara de la montaña-. Fundimos nieve para el desayuno y el té que constituirá nuestra bebida para el resto del día. Preparamos una mochila más ligera que los 24Kg que hemos transportado hasta la fecha. A las 8h45' comenzamos a ascender siguiendo la traza -muy clara- que quedó tras el paso de 3 alemanes que hicieron cima ayer; ellos tuvieron más suerte que su compatriota que ha quedado en la vertiente este para siempre. Hace muchísimo frío, lo notamos en nuestros cuerpos a pesar de que llevamos puesta toda la protección térmica de nuestras vestimentas.

Avanzamos con la dificultad que marcan los alrededor de 6.900m a los que nos encontramos; la nieve comienza a estar menos helada y eso facilita la progresión con nuestros esquís. Hemos superado unos 350m de desnivel; Moisés zapatea con su esquí derecho de vez en cuando: tiene mucho frío en ese pie y ha perdido sensibilidad en los dedos. Al poco nos detenemos; se quita la bota y el botín y meto su pie entre mi camiseta y la chaqueta de plumas. Le masajeo la pierna y muevo alternativamente su pie. Media hora después parece que la circulación se ha activado y reanudamos la marcha. La pendiente es moderada, constante e interminable. Me siento "grogui", como un autómata, pero la progresión debe continuar: 10 pasos, descanso, 10 pasos, descanso...

Pasan las horas y continuamos trazando diagonales y ascendiendo.Empieza a soplar viento frío al mismo tiempo que cede la inclinación del terreno. La superficie de la nieve se torna ahora venteada, irregular y helada. El aire frío corta la piel de la cara; las trazas de los esquís desaparecen bajo la acción de la ventisca que nos azota con intensidad y provoca una neblina que hace disminuir la visibilidad. Al poco, por nuestra derecha -este- observamos el promontorio de piedras que constituye la "falsa cima"; continuamos hacia el oeste. De repente se rompe la continuidad de la nieve y se adivina el abismo. Otro promontorio de piedras destaca sobre la superficie blanca de la que arrancan tiras multicolores de banderas budistas de oración que culminan en la parte más alta del saliente rocoso; la foto cubierta de hielo de un niño con rasgos asiáticos; frío, mucho frío: estamos en la cima del Muztag-ata.Ante nuestros ojos la recompensa por el esfuerzo: al este la gran llanura del Asia central (desierto de Takamakan); al norte, la cadena blanca de Kongur que nos ha acompañado durante todo el ascenso; al noroeste los picos más altos del Pamir y hacia el sur la cordillera del Karacorum.Hacemos 4 fotografías y un clip de vídeo; ahora nuestras manos están desprotegidas, sólo llevamos la capa de los guantes finos, hay que disparar rápido. Las imágenes de la montaña en estas condiciones, se disfrutan siempre a posteriori. Nuestros cuerpos acusan la baja temperatura, alrededor de -35ºC y -40ºC-; debemos perder altura. Todo pasa en menos de media hora.Quito las pieles de mis esquís - el viento hace de las suyas y las deja hechas una margarita-; Moisés ya está preparado y se impacienta - razón no le falta-; me doy toda la prisa que puedo; esquís en posición de descenso; me deslizo sobre la superficie helada hasta la pendiente. Más abajo, tras varias diagonales, el viento cesa.

Tenemos a la vista el campo III. Me detengo a reponer mi respiración y observo la maestría con la que se desliza Moisés ladera abajo: en cada giro hay mucha experiencia acumulada. "¡Pedro!,¡haz  diagonales largas y giros amplios!", me grita. Intento hacerle caso; ya estamos a la altura del campo II; pero el cansancio hace reavivar la lesión que me produje en la rodilla tras una caída en este mismo campo 4 días antes; voy dolorido e inseguro; no quiero tener una lesión mayor que complique nuestra situación.

Sólo nos queda el tramo entre el campo II y el campo I donde pernoctaremos; lo tengo decidido, bajaré esta parte sin esquís.Para no sobrecargar mi rodilla por el peso, montamos mi mochila en una especie de ingenioso trineo, idea de Moisés, que hacemos uniendo con cordino las puntas de mis esquís y separadolos a la altura de las fijaciones con un trozo de bambú que hemos encontrado en el CII; ¡lástima de fotografía del invento!. Desciendo con los crampones poniendo cuidado en no girar la rodilla. Mi compañero va delante arrastrando las parihuelas de los esquís al más puro estilo "arapahoe". Me espera en la zona de las cuerdas fijas; un verdadero show: un cojo y su colega tratando de hacer descender un artefacto con esquís que se empeña en arrastrarlos al fondo de las grietas del glaciar. Con paciencia y pericia, se salvan las dificultades y el artefacto con esquís llega hasta abajo.Continuamos el descenso, hay que superar una zona de canteo en ascenso con los esquís; mi compañero se los quita y arrastra el trineo hasta salvar el obstáculo; yo recupero sus tablas y las transporto hasta arriba; este era el último obstáculo significativo de la bajada hasta el campo I.

Son las 9 y el sol todavía está en el horizonte. Desde aquí, veo más abajo las tiendas del campo I y a nuestro amigo Zacarías hablando con Moisés; más tarde contactaríamos con One. Me siento agotadamente feliz.

Esta crónica forma parte del diario personal de Pedro Lascorz, de la ascensión al pico Muztag-ata junto con Moisés García, Zacarias Díez y One Mateos.